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El Milagro de Angelita: La historia de Fe, Esperanza y una Promesa que cambió la vida de Julia Guzmán

  • Foto del escritor: Voces Informativas
    Voces Informativas
  • hace 6 días
  • 4 Min. de lectura

Por Esdmy Barrera


Una experiencia humana, un relato que trasciende el dolor, incertidumbre y pérdida de esperanza. La historia de Julia Guzmán madre, profesión contadora de 41 años es una de ellas, con una hija de nueve años y una pequeña de dos años, ella nos abre las puertas de su vivencia de su segundo embarazo, un camino marcado por dificultades, diagnósticos que por lo cual se manifiesta un verdadero milagro. 


Un embarazo bajo la sombra del miedo


El inicio del segundo embarazo, fue una sorpresa llena de alegría para una madre, pero vino acompañado de un profundo temor, la posibilidad de que su bebe naciera con paladar hendido, ya que con su primera hija enfrento esta condición. Las primeras semanas de gestación fueron un periodo de constante angustia.


“Primero me dijeron que posiblemente no iba a tener riñones… Luego me dijeron que se me subiría el azúcar… Y luego lo del paladar hendido”, relata Julia.

La confirmación, o al menos la sospecha, del paladar hendido llegó en el quinto mes. Aunque el labio parecía estar bien, el ultrasonido sugería una formación incompleta del paladar, un diagnóstico que la dejó sintiendo que "el mundo se me vino encima".

La llegada del séptimo mes fue el diagnóstico definitivo que marcaría un calvario, el día del ultrasonido que definiría la vida del bebe quien rehusaba mostrar el rostro, manteniendo a Julia en un momento de angustia, la esperanza aún seguía en ella. Tras horas de intentos, el especialista confirmó que el paladar no estaba formado.


Un Embarazo complicó su salud, presión alta y soledad


Los síntomas que podrían en riesgo su vida y la de su bebe presión arterial peligrosamente alta, forzando a Julia a tomar una difícil decisión respecto al parto. Tenía planeado dar a luz a su bebe en un hospital privado, pero las indicaciones y recomendaciones por alguna complicación de salud o del bebe incluyendo morir, decidiendo dar a luz IGSS ya que ellos contaban con equipo necesario para cualquier emergencia.


“Yo no quería estar sola, pasar eso otra vez”, confiesa Julia, recordando la tristeza que le generaba la idea de enfrentar el parto en la soledad del hospital público. Su ingreso se dio en medio de una crisis de presión arterial de hasta 190, un momento de pánico donde temió por su vida. Fue en ese instante de profunda vulnerabilidad, mientras lloraba sola en la emergencia, que ocurrió un pequeño pero significativo momento de esperanza: una señora desconocida se me acercó, me abrazó y me dio palabras de aliento y fe. “Tranquilice, todo va a estar bien… en nombre de Dios le va a salir todo bien”.
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En la sala de emergencia, una enfermera la tranquilizo con todo el profesionalismo y empatía, le dijo "Tranquila, todo va a estar bien, usted va a salir bien de aquí, nosotros la vamos a controlar". Estas palabras le devolvieron la calma y la fe.


Una oración y una promesa en la sala de parto


Antes de la cesárea la posibilidad de morir era muy alta, Julia realizó una promesa profunda a Dios. Un pacto que no solo involucraba su salud y la de su bebe sino también su vida personal, soltar todo rencor de su corazón.

Durante el parto recordando el trauma de su primera hija, Julia insistió a la doctora en revisar a su bebe ella desesperada si venia o no con paladar hendido, rogando que la revisarán de inmediato, ya que la niña tendría problemas al alimentarse y esto sería un destrozo para el corazón, una experiencia ya vivida que le traiga mucho dolor y recuerdos.

La espera de prolongó hasta la mañana siguiente cuando la doctora pasó de visitar, revisando al bebe. En ese preciso momento la bebe lloro y abrió la boca, con la luz la doctora indicó.

“Miren, dijo, no tiene nada, está bien”, la doctora señaló que, si bien había una línea, “como cuando uno se corta y le queda cicatriz”, desde el labio hasta adentro, está indicaba que algo que había estado abierto “y se había cerrado”. “Yo me puse a llorar, me quedé impactada... En los días se le borró la cicatriz, se le borró todo, no se le notaba nada”, narra Julia con emoción, confirmando que lo que presenció fue, sin duda, un milagro.

El momento de fe y transformación


Su bebe se llama "angelita" porque fue un ángel que Dios le regaló después de todo lo vivido ella le vino a enseñar bastantes cosas que nunca imaginó aprender le ha ayudado a aceptar y ayudar a otras personas con su testimonio. Esta experiencia la acercó más a su fe quien ahora sigue cumpliendo la promesa que hizo. Angelita ahora está sana y es una niña con mucha alegría.

Y manda un mensaje a mujeres con diagnósticos difíciles en su embarazo que creen que todo está perdido: hay que rendirse a Dios, hay que tener fe y aceptar la voluntad de Él.

Su historia es un testimonio viviente de que, incluso en los momentos más oscuros, la fe y la entrega pueden ser recompensadas con milagros que reafirman la existencia de la esperanza.

 
 
 

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