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La vida que la guerra les robó: el recuerdo intacto del horror en Jilotepeque

  • Foto del escritor: Paola Gómez
    Paola Gómez
  • 12 nov
  • 3 Min. de lectura

Rafael tiene 70 años, una familia y una vida establecida en la capital. Pero basta una pregunta sobre su juventud para que su mirada viaje cinco décadas atrás, a 1980 en San Martín Jilotepeque, municipio de Chimaltenango, Guatemala. Él no fue testigo, fue víctima directa de la violencia indiscriminada que asoló el municipio.


La guerrilla no solo buscó reclutar, sino que, según su testimonio, robó y mató a quienes poseían bienes. Rafael, junto a su familia quien se negó a unirse, perdió su hogar y a miembros de su familia. Esta es la historia de cómo la misericordia, no la venganza, le permitió sobrevivir a una época donde un machete no podía hacer nada contra una ametralladora.


          Rafael: es un seudónimo utilizado para resguardar la identidad del protagonista.


Rafael y su padre eran dueños de ganado y 18 manzanas de terreno, su vida era estable. Sin embargo, su tranquilidad rompió y se vieron obligados a huir.

Un grupo de delincuentes, aprovechando el contexto del conflicto armado interno, los persiguió con la intención de asesinarlos. La situación se volvió insostenible para Rafael, quien decidió emigrar a la capital junto a sus padres, hermanos, esposa y sus tres hijos de 1, 5 y 13 años.


Al llegar, encontraron refugio en una casa donde la esposa de Rafael consiguió trabajo. Tuvieron que improvisar un lugar para dormir en una sola habitación, tendiendo un nylon y un petate sobre lodo para poder descansar.

Fotografía en referencia al conflicto armado interno. / Mural en honor a Mario López Larrave: Ubicado en la Plaza Mario López Larrave, Universidad de San Carlos de Guatemala. Este mural conmemora al abogado que fue asesinado durante el conflicto armado interno y que trabajó por los derechos de la clase obrera.
Fotografía en referencia al conflicto armado interno. / Mural en honor a Mario López Larrave: Ubicado en la Plaza Mario López Larrave, Universidad de San Carlos de Guatemala. Este mural conmemora al abogado que fue asesinado durante el conflicto armado interno y que trabajó por los derechos de la clase obrera.

“Sufrimos mucho, porque no traía nada de ropa, ni dinero. Y estaba acostumbrado a trabajar en la tierra”,

con un nudo en la garganta declaro Rafael, no se rindió y busco un trabajo en la capital. Decidió ir a una empresa de construcción, pero no requerían personal. Él insistió y esperaba afuera de las instalaciones todo el día sin comer ni beber agua.


La perseverancia de Rafael atrajo al reclutador y salió a ofrecerle trabajo como albañil. Logró encontrar trabajo y decidió esforzarse para demostrar que sí merecía el puesto. Logrando establecer su economía y sustentar a su familia.


Ante la situación no busco venganza, en su corazón entro enojo, pero no permitió que entrará el odio. Hasta hoy aún hay personas dentro de esas organizaciones y evita involucrarse.  Ahora siente felicidad, pudo trabajar, obtuvo un hogar y crecieron sus hijos.


“Por mi mente no paso regresar, pero la familia de mi esposa aún vivía en la aldea”, después de 20 años decidieron visitarla y en su estadía no pudo dormir, venía a su mente recuerdos de aquel incidente que atormento a su familia.

Los padres de Rafael enfrentaron una indiferencia con familiares. “La guerrilla” llegó a la casa con ametralladoras y escopetas. Hurtaron sus pertenencias, agredieron a sus hermanos y los arrodillaron para bañarlos en gasolina y quemarlos.


“Yo estaba a tres cuadras y escuché gritos, entonces decidí ir. Cuando mi padre salió de la cosecha de milpas. Según menciona, él tenía un presentimiento que le impedía dormir, por lo que decidió salir de casa. Después nos dimos cuenta que quienes atacaron a mi familia eran primos, fueron alrededor de 40 personas conocidas. Esta fue una situación muy dolorosa”.

Cuando estaba en la capital, decidió regresar junto con su hermano para recoger la cosecha de maíz y frijol, pero fue en vano, porque intentaron eliminarlos. Lograron escapar, pero tras el incidente, las viviendas de la familia fueron incendiadas.

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Rafael es el hermano mayor de nueve, pero a una de sus hermanas le quitaron la vida durante esta violencia. Ella estaba en la capital, pero regreso a San Martín con su esposo quien estaba involucrado en esas organizaciones. Pasado el tiempo falleció la mujer, llegaron rumores de que su pareja la enterró viva.


Ahora la familia de Rafael creció y ya tiene bisnietos. Tiene su propio negocio como sastre y es fotógrafo.  El resto de sus hermanos también formaron su vida. Su padre falleció por enfermedad y su mamá aún sigue en vida. “Fue situación muy dura, pero la verdad es que gracias a Dios, aquí me tiene todavía”.


Es un símbolo de resistencia y aunque reestableció su vida, desconfía de los pobladores de San Martín Jilotepeque, porque aún residen personas de la guerrilla quienes atentaron contra él y su familia.

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