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Los 90 años de la Mujer que desafió la culpa

  • Foto del escritor: Ixchel Escobedo
    Ixchel Escobedo
  • 5 oct
  • 3 Min. de lectura
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El sol de la tarde se cuela en su sala, iluminando un espacio con pancartas desgastadas y una foto cuidada a pesar de los años. Sonia Bernarda Escalante, a sus casi 90 años, camina lentamente entre flores y árboles, pero su voz no admite pausas ni titubeos. Es una voz curtida por seis décadas de denuncias. La mano que sostiene un palo, aunque marcada por el tiempo, se alza con la energía de quien aún tiene una arenga pendiente.

Esta mujer, que este año completa su novena década de vida, no es solo una comunicadora social guatemalteca; es una memoria viva de la resistencia. Su activismo se remonta a sus días de "patoja", cuando asistía a las marchas del Día del Trabajo bajo los gobiernos reformistas de Arévalo y Árbenz. Hoy, después de mas de 66 años de lucha ininterrumpida, Sonia Escalante representa la columna vertebral de la defensa de los derechos en Guatemala. En los tiempos más oscuros de la represión militar, era conocida como Comandante Soledad.

Una Trayectoria Marcada por la Resistencia Organizada.


Archivo: Sonia Escalante
Archivo: Sonia Escalante

El camino de Sonia no fue solitario; se forjó en la red de organizaciones que luchaban por la justicia social. Fue parte fundamental de grupos que tejieron la resistencia como Sakerti, nuevo amanecer, una plataforma que se convertiría en un faro.

Sonia alzó la voz por aquellos que no tenían voz en un país consumido por el conflicto armado interno. Su lucha fue un espectro total: desde la defensa de las comunidades indígenas y el derecho a la vivienda, hasta la crucial libertad religiosa en un contexto donde el Estado amenazaba incluso a las iglesias.

Recuerda vívidamente las etiquetas que intentaron usar para silenciarla a ella y a otras activistas.

"Nos decían comunistas por hablar de mejoras... y cuando empezamos con lo de las mujeres, nos decían que éramos lesbianas y que estábamos enseñando el lesbianismo",

relata con un dejo de ironía. Pero lejos de amilanarse, ella entendió que la lucha por los derechos humanos debía ser inclusiva y se convirtió en una de las voces en defensa de la comunidad, argumentando que tenían derecho a

"vivir su sexualidad, que salieran del clóset... para que fueran felices".

La Chatona: La Gigante de Espíritu

La protesta de Sonia no solo se manifestó en panfletos, discursos y caminatas; tomó forma física y espectacular en la figura de la Chatona.

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"Yo la hice porque quería demostrar que las mujeres, aunque fuéramos pequeñas de tamaño, somos gigantes en espíritu"

explica Sonia.

La Chatona, una muñeca gigante de cabeza voluminosa y vestido colorido, se convirtió en un ícono de las marchas del 8 de Marzo (Día Internacional de la Mujer) y el 25 de Noviembre (Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer). Era la figura que encabezaba las filas, un símbolo palpable de la fuerza femenina que ella promovía.

Hoy, la Chatona, su creación más visible, está guardada. "Ya no la puedo sacar, pesa mucho", confiesa con una punzada de resignación, señalando que el peso físico del activismo, por primera vez, supera su resistencia.

El Legado que Sigue Tejiendo y Transmitiendo

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Mirando su rostro, uno ve la historia. Las líneas de expresión son los mapas de cada marcha, cada amenaza, cada victoria ganada. Pero el activismo de Sonia Escalante no se detuvo cuando dejó de cargar a la Chatona. A sus 89 años, su lucha se transformó en enseñanza y comunicación.

Actualmente, Sonia tiene un programa en "Radio Naköj", un medio comunitario que se convierte en su nuevo púlpito para difundir el mensaje de los derechos y la dignidad. Además, sigue su trabajo de base con las comunidades. Imparte talleres a las mujeres tejedoras de Santo Domingo Xenacoj, compartiendo sus saberes sobre sus derechos civiles y sociales.

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El punto de inflexión, según sus recuerdos, fue desafiar la milenaria cultura de la culpa. aprende con las mujeres que no debían cargar con la responsabilidad de las faltas masculinas.

"Nosotros no somos culpables, son los hombres, y a nosotros nos hicieron las culpas, es que esa mujer se le metió a mi marido, y no, era el hombre el que andaba atrás de la mujer,"

sentencia. Al liberar a las mujeres de esa "culpa" impuesta, les devolvió la dignidad y la capacidad de accionar, un paso fundamental para el movimiento feminista guatemalteco.

En esa anécdota radica el verdadero legado, la lucha por la autonomía irrestricta de las mujeres en cualquier etapa de la vida. Sonia Bernarda Escalante, Doña Sonia, a punto de cumplir 90, sigue sin estar en casa. Sigue siendo un referente, un testimonio vivo de que la resistencia no tiene fecha de caducidad. Su historia no es solo un recuerdo, es un mandato de fortaleza para las nuevas generaciones de mujeres en Guatemala que apenas comienzan a construir su propia lucha.

2 comentarios

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Vivian Lorenzo
07 oct
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Que linda historia, refleja la fuerza de una mujer luchadora. Cada palabra transmite no solo lo que vivió, sino la huella de su valentía y resiliencia. Se siente como si detrás de cada frase hubiera una parte de su camino, de sus batallas y su esencia. Es una narración cargada de significado y experiencia que inspira y deja un mensaje profundo no solo a las mujeres si no a cualquier lector.

Saludos tía Sonia

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Rosario
06 oct
Obtuvo 5 de 5 estrellas.

Que historia más bonita y cargada de energía para seguir luchando

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