Una lucha diaria, lo difícil de ser mujer en Guatemala

Ser mujer en Guatemala es vivir en constante resistencia. Es caminar por las calles con la mirada firme, pero con el miedo latente, sabiendo que tu cuerpo está en la mira. Individuos que disfrazan el acoso con “piropos” no se detienen a pensar en su madre, su hermana o su sobrina, entre otras, que también son mujeres. Para ellos, su abuso es normal, sin imaginar el daño psicológico que pueden causar con cada palabra lanzada al aire como si no doliera.

Cada día, niñas y mujeres son víctimas de violencia física, psicológica, sexual y económica, mientras tanto, la mayor parte de la sociedad se encoge de hombros, justificando lo injustificable: “¿Y qué hacía tan tarde en la calle?”, “¿Por qué se vestía así?”, “Seguro provocó al agresor”. El machismo no solo vive en las casas, también en los juzgados, en las escuelas y en las comisarías.

Ser mujer también es ser invisibilizada en un país donde la voz femenina es callada, ignorada o utilizada como adorno. Participar activamente en la política, la ciencia o el arte es una hazaña. Aún se espera que seamos las cuidadoras, las que callan, las que aguantan. Y cuando decidimos no cumplir ese rol, somos llamadas rebeldes, locas, “feminazis”.

Las estadísticas recientes del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) revelan una situación alarmante. Entre el 1 de enero y el 10 de diciembre de 2024, se realizaron 44,739 evaluaciones medicas a mujeres, de las que 6,469 correspondieron a reconocimientos por delitos sexuales y 19,023 a agresiones físicas.

Pero a pesar de todo, seguimos aquí frente a la resistencia de las personas cuando nos piden silencio. Luchamos por nuestras hijas, nuestras madres y nuestras hermanas. El movimiento de mujeres en Guatemala es fuerte, diverso y valiente, aunque falta mucho camino por recorrer, cada paso que damos es un acto de rebeldía y amor propio.